Los rellenos (o “fillers”, en inglés), son sustancias orgánicas y sintéticas que se implantan realizando inyecciones intradérmicas, realizadas con agujas o cánulas muy finas que producen una leve molestia sin dolor, por lo que el proceso se realiza sin anestesia. Mediante su uso reposicionamos el volumen perdido y remodelamos el contorno facial.

El material de relleno más utilizado es el ácido hialurónico. El ácido hialurónico natural es más fluido, mientras que a mayor reticulación, se conseguirá un mayor espesor y durabilidad. Para un efecto de hidratación o volumen, se utiliza el ácido hialurónico sin reticular, con lo que se estimula el fibroblasto y la inyección se realiza a poca profundidad. Para un efecto tensor y de relleno se utiliza ácido hialurónico reticulado que permite corregir las arrugas y la falta de volumen, inyectándolo a mayor profundidad (en la dermis media, dermis profunda, o a nivel subcutáneo). Otras sustancias de relleno reabsorbibles son la hidroxiapatita cálcica, ácido poliláctico, policaprolactona, o la grasa autóloga extraída de otra zona corporal.

Las indicaciones más habituales de los materiales de relleno son el realce de pómulos, la corrección de comisuras bucales y arrugas verticales de labio superior (“código de barras”), relleno de surcos nasogenianos o arrugas profundas, y remodelado del óvalo facial. La duración del efecto es variable entre 8 - ­12 meses, en función de la zona a tratar y el material utilizado. Los efectos del tratamiento son inmediatos, y el paciente puede incorporarse a su actividad habitual de forma inmediata. Los efectos secundarios son pocos frecuentes y leves en general; es posible la hinchazón las primeras horas así como algún pequeño hematoma que desaparece en pocos días.