Cuando utilizamos un láser vascular, tanto para los vasos superficiales pequeños (telangiectasias, arañas vasculares, rosácea) como para los vasos más profundos y gruesos (varices) la diana terapéutica es la hemoglobina. Al aplicar el haz de luz concentrado sobre la lesión vascular la energía produce una coagulación de los vasos sanguíneos de la piel consiguiendo que desaparezcan pero sin dañar el tejido sano cercano.

Este tratamiento no requiere anestesia, aunque el impacto del láser provoca una pequeña molestia. Únicamente se utiliza un sistema de frío que adormece y protege la piel de la zona a tratar.

Inmediatamente después del procedimiento, la zona tratada aparecerá enrojecida. En algunos casos, pueden formarse algunas costras superficiales, o un pequeño hematoma, que se reabsorbe de manera natural en pocos días. Aunque en muchas lesiones es suficiente con una única sesión, en ciertas patologías pueden ser necesarias varias sesiones hasta lograr la completa desaparición la lesión. Es aconsejable que entre ellas existan períodos de descanso de al menos 2 – ­3 semanas.

Tras la sesión, es obligada la hidratación y la protección solar durante las primeras semanas. En el caso de las varices, no es aconsejable hacer ejercicio físico intenso durante los primeros 10 días.