Los tratamientos basados en fuentes de luz se han desarrollado en los últimos años como una modalidad terapéutica complementaria en el acné. La energía calórica que produce la luz azul funciona como un catalizador en la inactivación del Propionebacterium acnes, principal bacteria involucrada en la fisiopatología del acné.

Este microorganismo produce en su metabolismo una sustancia llamada coproporfirina III que, al exponerse a la luz visible azul con una longitud de onda entre 405 - ­420 nm, es fotoactivada resultando tóxica para la bacteria, lo que provoca su autodestrucción sin afectar o dañar el tejido normal circundante. Por otro lado, también favorece la apertura de poros foliculares obstruidos y mejora las lesiones inflamatorias superficiales.

El tratamiento se aplica en consulta mediante la exposición a una fuente de luz (lámpara) durante un periodo de 10­ - 20 minutos. No es necesaria la utilización de anestesia tópica, y el paciente puede volver a su actividad habitual al término de la misma. Su indicación principal es el acné leve­moderado de características inflamatorias. Los mejores resultados se observan al realizar 1 - ­3 sesiones por semana durante 4 - ­6 semanas.