En la radiofrecuencia se aplica energía a través de la superficie cutánea, mediante un calentamiento profundo y controlado que afecta a la dermis y al tejido celular subcutáneo.
Esta técnica genera un campo eléctrico que cambia de positivo a negativo, lo que causa un movimiento rotacional de las moléculas y una elevación de temperatura en zonas de profundidad ya determinadas, responsable de sus efectos terapéuticos. Sus beneficios son múltiples; por un lado facilita la formación de nuevo colágeno, al elevar la temperatura de los fibroblastos que se reorganizan y compactan en las capas medias de la dermis. Por otro lado, mejora la circulación y el drenaje linfático, gracias a la vasodilatación inducida por el calentamiento controlado del tejido. Gracias a la reestructuración del colágeno y la formación de nuevas fibras se obtiene una piel más tersa y una evidente reducción de la flacidez.
El efecto tensor se aprecia de una forma gradual y progresiva a partir del mes del tratamiento, aunque el proceso depende del tipo de piel del paciente. El procedimiento es bien tolerado y no precisa de anestesia. Después del tratamiento se presentará un ligero enrojecimiento o edema que desaparecerá en un corto periodo de tiempo; pocas veces se produce alguna pequeña equimosis en zonas de fragilidad capilar. La radiofrecuencia está contraindicada en los casos de embarazo y lactancia, cardiopatías graves, alteraciones de la coagulación, enfermedades neuromusculares, implantes de colágeno recientes, pacientes portadores de prótesis metálicas, marcapasos, desfribriladores o cardioversores, o casos de sobrepeso importante.