La toxina botulínica es una proteína natural purificada que tiene la capacidad de relajar la musculatura. Su efecto paralizante sobre la musculatura se ha aprovechado para tratar contracturas musculares anormales como la tortícolis espasmódica (contracción de uno de los músculos del cuello), blefaroespasmo (contracción forzada de los párpados), estrabismos, etc.

No es un material de relleno, por lo tanto no aporta volumen, sino que actúa sobre los músculos de la cara relajándolos y disminuyendo el impacto de las contracciones en la piel. Cuando comenzó a utilizarse para el tratamiento de las arrugas hace más de 20 años, se trataba el tercio superior del rostro, en las arrugas de expresión del entrecejo, frente y región periocular (patas de gallo). La tendencia actual es no corregir de forma aislada, sino armonizar la gestualización. Para ello también se trata el tercio inferior de la cara (boca, mejillas, mandíbula) logrando un efecto lifting sin cirugía.

El tratamiento se aplica mediante microinyecciones prácticamente indoloras y sin anestesia en la zona de las arrugas. Una vez finalizado el procedimiento es posible que aparezca leve hinchazón, pero puede retomarse la actividad normal inmediatamente. Los resultados deben conseguir un aspecto natural y relajado y no una expresión congelada.

El efecto de la toxina es transitorio (4 - ­6 meses), por lo que si se desea mantener el efecto son necesarias sesiones de recuerdo, que pueden realizarse en cualquier momento del año.